Aunque parecen más propias de una película de Hollywood, las lavanderías de autoservicio como WashUp son ya una realidad en nuestro país. Nacido en Texas en 1934, este método de lavado sencillo de realizar y enormemente asequible –supone un notorio ahorro de electricidad, agua y detergente, sin contar con el innecesario gasto en una máquina lavadora- descubre ahora un ingente mercado todavía en pañales, aún sin conquistar.
Este modelo práctico y económico de lavado, común en otros países de Europa y América, ha multiplicado por cuatro su presencia en la capital de España, así como ha extendido sus ramas a regiones como Cataluña, Aragón, Andalucía o Murcia. «La incorporación de la mujer al trabajo y el crecimiento de los hogares unipersonales han hecho que las familias recurran a servicios externos para las tareas de la casa. El ‘take away’ (comida para llevar), las lavanderías… en nuestro país parecía haber un poco de reticencia a lo de lavar la ropa fuera, pero eso se ha acabado», opinaba José Carlos Más, psicólogo social, en declaraciones al diario 20 minutos.
En este sentido, además de los citados factores económicos, alentados por el periodo de depresión financiera, la proliferación del alquiler de pisos de pequeñas dimensiones y bajo coste, carentes de equipamiento doméstico como máquinas lavadoras y con escaso espacio para hacer la colada y tender las prendas todavía húmedas, los modos de vida aprisionados entre exiguos horarios, unido a la expansión comercial de la lavandería de autoservicio, lo que facilita su mayor proximidad y presencia en muchos barrios madrileños, han servido como acicate para el éxito empresarial de este tipo de negocio cada vez mas demandado. Las bolsas de población inmigrante son otra razón que explica la proliferación de las lavanderías automáticas, dada la mayor implantación cultural de las mismas en sus lugares de procedencia.
Las características de la maquinaria, capaces de albergar cargas con una horquilla de peso susceptible de alcanzar hasta los 15 kilos –ideal también para textiles de grandes dimensiones como sábanas, colchas, edredones o cortinas-, permiten el lavado eficaz y veloz de cantidades de ropa excesivas para cualquier tipo de tratamiento doméstico y de manera más asequible que las tradicionales tintorerías.
Un amplio mercado para emprendedores
En vista de esta atractiva situación y el relativo poco riesgo de la operación, la apertura de lavanderías de autoservicio se ha convertido en un sector en auge para nuevos emprendedores. A la hora de poner en marcha un negocio de este tipo, cabe tener en cuenta unos cuantos principios básicos. Por ejemplo, los establecimientos más indicados para la instalación de máquinas de lavado automáticos son aquellos que superan los 40 metros cuadrados de superficie. El por qué se encuentra en el rendimiento estimado de la instalación: se considera que, en un barrio estándar, se necesitan al menos dos lavadoras de autoservicio y una máquina de secado para empezar a obtener un rendimiento económico elemental. La ubicación del local es uno de los puntos clave del negocio: su especialización obliga a ofrecer un servicio próximo a lugares con una gran densidad de población, como las calles céntricas de las ciudades, así como áreas de uso colectivo o de viviendas estacionales. Por ejemplo, centros de esquí, residencias universitarias y complejos turísticos presentan un volumen de clientes potenciales en absoluto desdeñable.
Como su propio nombre indica, la naturaleza de autoservicio de este negocio evita la necesidad de contratar personal físico permanente para la atención del consumidor. Las mismas máquinas cuentan con terminales de prepago automático y pago con tarjeta o en efectivo, así como instrucciones de gran claridad expositiva y facilidad de ejecución gracias a los intuitivos paneles de mando, lo que evita complicaciones en cuanto a los resultados de la colada, la administración del producto de limpieza o la aplicación de técnicas de lavado concretas para las prendas delicadas. Si acaso, es necesario contar con personal de mantenimiento para una adecuada revisión y soporte técnico, garantía para la mayor longevidad de las instalaciones.
Entre estos sistemas de pago automático, destacan un modelo básico que cuenta con una conexión a una central de pagos externa, que es la que gestiona el cobro del servicio y a la cual ha de acudir el emprendedor para manejar los beneficios de su empresa. Más tradicional es la instalación de una máquina de abonamiento por medio de monedas y billetes, tarjetas electrónicas y tarjetas prepago recargables.
Disponer de máquinas que cuenten con un sistema certificado de eficiencia energética fructifica en una conveniente reducción de gastos de luz y agua y, por otro lado, convierte a la lavandería automática en un negocio respetuoso con el medioambiente.
Ya centrándonos en la maquinaria de lavado, eje central sobre el que gravita el negocio en su totalidad, hay que tener en consideración la existencia de dos clases de lavadoras: una de centrifugado alto (350 giros por minuto) y una de centrifugado rápido (200 giros por minuto). El primero es el modelo más popular en los países europeos. Su eficiencia en el balance entre los resultados positivos de su capacidad de lavado y el gasto económico asociado al proceso. Ambas máquinas suelen poseer por igual un amplio surtido de programas de lavado adaptados a todo tipo de textil y necesidades de tiempo o temperatura del agua, con un precio diferenciado para cada uno de ellos.
Aunque se trata de un electrodoméstico con escasa tradición en la cultura española, la secadora goza de incontables virtudes a la hora de completar la colada, ya que permiten un secado eficaz con la mayor rapidez posible. En algunos de sus variados modelos, las secadoras previenen también el engorroso arrugado de la prenda. El método de pago de las secadoras es idéntico al de las máquinas de lavado automático. Éste puede ser regulado por ciclos determinados o por periodos de tiempo estimado, más flexible respecto a las necesidades particulares del cliente.